martes, 20 de noviembre de 2007

Acabo de encontrarme con este texto en la pc, pero el problema es que no recuerdo haberlo escrito. Si lo hice, fue hace más de dos años, ya que la confianza que le tengo a mi memoria no excede ese período de tiempo. Dos años, lo que sucedió hace cinco años por ejemplo, ya ha sido borrado de mi mente. Pero ya estoy desvariando. Lo que quiero decir es que si algún cibernauta o cosmonauta que tropieza con este no-lugar lee este escrito, y se reconoce como su autor, que me lo diga. No crea que le voy a pagar derechos intelectuales, ni mucho menos felicitarlo. Simplemente quisiera saber quien fue capaz de perder varios minutos de su madrugada escribiendo esto. Más aun, me encantaría enterarme de que no fui yo quien lo hizo. También se aceptan autores falsos, aunque eso si, vengan de a uno asi se me hace más creible.

Aquí es donde dejo de escribir yo, y comienza el otro (que acaso no sea otro más que usted. Y usted, en una de esas abstrusas simetrías de la realidad, no sea nadie más que yo)...

...
¿Y si al final sí existe dios? ¿Qué pasaría si en verdad tiene barba y se anda de bata y chinelas, y es el tirano de un imperio celestial, eternamente arriba? ¿Y que hay de los ángeles? ¿Serán reales esas huestes blanquecinas?

No tengo argumentos para esgrimir a favor de una postura de creencia o de no-creencia con respecto a todo esto, entonces lo mas razonable es imaginar todas las posibilidades, y elegir la más simpática(1).
Cuantos quilos de papel se hubieran ahorrado si el hombre se supiera eterno? Mares de tinta por cuyas aguas naufragan conquistadores de certezas… Evitaría miles y miles de noches de angustia existencial si tuviera la certeza de que voy a seguir siendo yo después de morir. Es que la razón nos lleva hasta la punta de un precipicio, ante el cual no queda otra opción que detenerse… o saltar a los brazos de Dios. Y lo cierto es que cada vez que intenté saltar, fui presa del abismo. Ningún par de brazos divinos acudió a mi rescate.
De todas maneras, imagino que la humanidad solo se preocuparía por vivir, pero de verdad, si no tuviera que ocupar su tiempo pensando en la muerte, preguntándose qué hay mas allá. En suma, si de hecho existe un mas allá, o solo hay nada.

(1) Vamos a ser sinceros: no creo que esto de elegir la opción más simpática sea lo mejor. Es una manera de justificar un pequeño recreo en esta madrugada de libros, café y cigarrillos ajenos. Creo que la verdad –o aquello que llamamos verdad, pero que no sabemos si en realidad existe, lo que configura una situación muy sospechosamente similar a la de Dios- en exiguas ocasiones suele ser simpática. Y digo esto para no ser más explícito y decir que la verdad real, cuando es verdadera, suele ser tétrica, horrenda, caótica, angustiosa y –lo que es peor- incierta.

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