jueves, 21 de junio de 2012

el viaje

Hay quienes dicen que la vida es un valle de lágrimas. También hay los que dicen que la vida es un juego y que vivir es jugar. Otros tienden a ver a la vida como una fiesta donde todos se divierten. Hay otros que tienden a ver, estoicos, a la vida como bella más allá de todos los problemas y pesares que se puedan presentar. Por otro lado, tenemos un antagonismo entre los que creen que la vida es siempre lo mismo, y los que creen que la vida es esencialmente cambio. Otros ven a la vida como lucha y conflicto, y otros como perfecta armonía. Finalmente están los que, si les preguntás qué es la vida se te reirían en la cara y te dirían que no saben, y te preguntarían qué opinás vos. Yo creo que pertenezco a este último grupo, pero si me insistís, si me preguntás de vuelta, te diría que la vida es un viaje. Y que vivir es viajar, en el tiempo y en el espacio. Que no importa tanto adonde vamos ni de donde venimos, sino por donde decidimos caminar, y con quiénes. Como todos sabemos, el viaje tiene sus idas y vueltas, sus retrocesos y avances. Y a veces para ir hacia adelante lo mejor es dar un paso atrás. Pero lo que importa es seguir caminando, o planeando un camino por donde andar. Ya sea sobre campos trillados o vírgenes. Hay tramos que tenés que cursar solo, en otros vas a tener compañía. Vas a subir, y después a bajar. Y luego de vuelta arriba. La vida es el viaje, y no hay ningún apuro por llegar.



domingo, 17 de junio de 2012

el libro

Yo tenía un libro -quizás deba decir que todavía lo tengo- que en el momento en que lo lei me pareció el mejor libro del mundo. El mejor libro del mundo significa que era mejor que todos los libros que había leido hasta ese momento, y que, además, era tan bueno que no podría nunca existir un libro mejor. Estaba bien escrito, la historia era fascinante y llegó a mi como suelen llegar las cosas buenas: de casualidad. El libro es enorme, tiene más de mil páginas, y tardé largo tiempo en terminarlo. Disfrutaba tanto cada una de sus páginas, cada uno de sus párrafos, que decidí -no se si fue una decisión deliberada o meramente inconsciente- que lo leería despacio para poder disfrutarlo más tiempo. Mientras leía ese libro no pensaba en ningún otro libro, no me interesaba leer nada más que ese libro. Fue una de las experiencias más agradables y felices que tuve en mi vida, haberme cruzado con ese libro.

Pero un dia di vuelta la página y del otro lado no había ya nada escrito. Me desesperé, pensé que quizás se debía a un error de imprenta. Faltaban páginas, no podía terminar así. El final no era malo, pero sentía que algo no cerraba. O quizás fuera simplemente la sensación de vacío que deja algo cuando se termina. Sentí nostalgia porque se había terminado algo que me hizo pasar momentos inolvidables. Pero también era consciente de que en las últimas páginas ya venía medio como hastiado. Yo, no el libro. Yo estaba hastiado, aburrido. Pensaba en otros libros, y hasta había puesto en duda de que fuera el mejor libro del mundo.

Ese libro me acompaño durante mucho tiempo, lo leía en la facultad, lo llevé a viajes, en parques, cafés o en mi casa. Lo tenía siempre conmigo, y cuando me lo olvidaba sentía que estaba perdiendo el tiempo, que lo que tenía que estar haciendo era leer ese libro. Y cuando lo terminé me di cuenta que iba a ser dificil, o imposible, encontrar otro libro igual. La forma en la que actué fue, en cierta medida, contraproducente. Decidí olvidar ese libro y tratar de reemplazarlo por otro, por un libro cualquiera. Entonces agarré el libro y lo guardé en la biblioteca. Más que lo guardé debería decir que lo sepulté. Lo escondí detras de otros libros viejos, en un estante de arriba. Y empecé la lectura de otro libro, no importaba cual. Pero todavía no había leido seis o siete páginas -a la ocho no llegué, seguro- que ya me había aburrido. Dejé el libro nuevo en la biblioteca y saqué otro, y así varias veces, hasta que me dije que no tenía caso, que lo mejor era no leer más por unos meses, hasta que realmente tuviera ganas de entrarle a otro libro, a otra historia. Y así fue como comencé a frecuentar otras musas y otras malas-artes. Lo que yo pensaba era que tenía que olvidarme del libro, en la medida de lo posible, para, en algún futuro lejano, poder releerlo y disfrutarlo casi tanto como la primera vez. Y así fue, lo olvidé completamente. Pasaron casi dos años desde que decidí dejar la lectura, hasta que el sábado pasado mientras miraba vinilos de bandas viejas en una librería de Corrientes me encontré, de pura casualidad, con otro libro del autor del mejor libro del mundo. Dudé bastante sobre si comprarlo o no. No lo compré, y tomé el colectivo en Rodriguez Peña y volví casa.

Cuando entro al cuarto me encuentro con todos mis discos, revistas y libros desparramados por el suelo. Inmediatamente me di cuenta qué había pasado: había dejado al gato encerrado y se había desesperado por salir, y al no poder, me había destrozado el cuarto. Puse un disco viejo de los viejos Rolling Stones, me serví un buen vaso de wisky, y me puse a ordenar. Después de dos horas terminé de acomodar, todo todo en su lugar. Pero me faltaba algo. No había visto al mejor libro del mundo tirado en el suelo, ni desparramado entre los otros libros. Miro hacia la cama y el libro estaba ahí, no se como, no se que voltereta del destino, o de mi gato (abro paréntesis porque siempre me incliné a pensar que mi gato conoce el destino, el mio al menos, a la perfección), había hecho que el libro cayera justo encima de mi cama. Lo agarré y lo empecé a mirar. Y aca viene lo más increíble de todo: leí el primer párrafo y mientras lo leía no sentía estar leyendo un libro conocido. Ya se, es raro, pero últimamente muchas cosas son raras por mi barrio. No recordaba ni una sola palabra. No era como releer algo, sino como leerlo por primera vez. Otra vez, por primera vez. Lei, lento, sin entender demasiado qué estaba pasando, una o dos páginas, hasta que me quedé dormido con el libro en las manos. Mientras dormía soñaba que leía el libro, y me despertaba temiendo que fuera solamente un sueño, pero no, el libro estaba ahí. El mismo libro, pero distinto. Otro libro, pero igual.

Yo no se cuánto tardaré en terminar de leerlo, esta vez, ni siquiera se si es que algún día terminaré de leerlo, o si seguiré leyéndolo. Pero, a veces la vida juega con nuestro destino, y con las casualidades, y nosotros no tenemos más que asumir nuestro carácter de dados girando en un tablero. A veces ganás, la mayoría de las veces perdés. Pero a mi lo único que me importa es que el hazar volvió a ponerme el/un libro que me dan ganas de leer. Un libro que había dado por perdido. Acaso lo haya recuperado puesto no es el mismo libro, y porque sé que lo voy a poder leer otra vez. Quizás la historia sea distinta -de hecho, estoy seguro que la historia va a ser distinta. No puede repetirse la misma historia en dos libros distintos, aunque sean el mismo libro y haya pasado el tiempo desde la primera lectura. Pero es realmente el mismo libro? No puede repetirse. Pero, y si hubo un cambio, fue el libro el que cambió? o fui yo? o las dos cosas? Imposible saberlo de momento.