martes, 27 de noviembre de 2007

Una noche de cristal
Ya había tomado demasiado. Eran las 3 de la madrugada y Martín había huido del bar donde solía encontrarse con sus amigos. Gnomos se llamaba, y para esa hora ya estaba totalmente lleno de perfectos idiotas y minitas zarpadas que nunca jamás le darían bola. Martín odiaba ese lugar, sólo iba por sus amigos. Pero esa noche también odiaba a sus amigos. Aunque más preciso sería decir que esa noche comenzó a odiar también a sus amigos.
Dijo que iba al baño y desapareció, dejando por la mitad su vaso de cerveza ya tibia. La campera la dejó colgada en el respaldo de su silla, y cuando salió a la calle se arrepintió y tuvo ganas de volver a buscarla. La había dejado a propósito, no tenía sentido llevarla al baño. Los pibes le hubieran preguntado algo, era demasiado obvio. Afuera hacía frío, pero decidió dejar la campera ahí. Alguno de sus amigos se la llevaría y luego se la devolvería. Aunque en realidad tampoco le importaba perderla. ¿Qué importa? Es una puta campera…
Estaba a quince cuadras de la pensión donde paraba desde marzo. No era demasiado lejos para volver caminando, así que agarró por la avenida y empezó a subir. Su cuerpo entero temblaba, y sus piernas caminaban solas, casi por inercia. Martín se sentía borracho y solamente tenía ganas de llegar a su cuarto, tomar agua y acostarse. Y dormir mucho, dos días seguidos, o más. Quería olvidarse de todo. Del trabajo que no tenía, de la plata que le faltaba para pagarle a la vieja de la pensión, de su padre que lo había echado de casa… de Lucía. Fundamentalmente, de Lucía, que le había dicho que si no dejaba de tomar y buscaba un buen laburo lo abandonaba. De Lucía, que lo abandonó. Y de todo lo demás también, porque estaba todo mal. Porque ahora no podía ni siquiera tomar unas cervezas con sus amigos sin sentir ganas de golpearlos, de partirles la botella en la jeta.
No podía entender cómo se le había escapado todo de las manos en tan poco tiempo. Mientras recordaba que un par de meses atrás, exactamente el 21 de octubre del año pasado, estaba con su padre, sus amigos y Lucía festejando su cumpleaños, se vio a si mismo frente a una botella de vino que acababa de pedir. Había entrado a otro bar. Era un bar cualquiera, no sabía el nombre ni conocía al dueño. Pero tenían vino, y una gran variedad de botellas detrás de la barra que le procurarían alivio a la depresión que sentía esa noche. Ginebra, Ron, Vodka, Whisky, Tequila, leía mientras inundaba su boca de vino.
Sonaba en el bar una música densa, pesada. No por grandes distorsiones o baterías atronadoras. La densidad no consistía en eso. Era peor, ya que residía en el hecho de transmitir una especie de atmósfera tenebrosa. Una música oscura, ya por las melodías malditas, ya por las letras abstrusas cantadas con una voz de frenada de auto. De auto que irremediblemente chocará, y desbordará de sangre y gritos.
Es un criminal mambo, decía y repetía esa voz carrasposa, con su particular fraseo marcial. Criminal criminal mambo y una guitarra maldita, que a Martín le dieron ganas de romper la botella vacía en la cabeza del flaco que acababa de entrar al bar abrazando a Lucía.

viernes, 23 de noviembre de 2007





Universo
Infancia
Signos

Cruz
Viento
Sangre

Dios
Cogito
Ser

Hoy
Oriente y
Hombre

Renacerme
Ya






jueves, 22 de noviembre de 2007

La verdad es la única realidad



Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja;
la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o
de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente
el presente, pero pertenecen a la realidad.

La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso
cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha
hacia la victoria o
hacia la muerte,
que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.


Paco Urondo - Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973

martes, 20 de noviembre de 2007

Acabo de encontrarme con este texto en la pc, pero el problema es que no recuerdo haberlo escrito. Si lo hice, fue hace más de dos años, ya que la confianza que le tengo a mi memoria no excede ese período de tiempo. Dos años, lo que sucedió hace cinco años por ejemplo, ya ha sido borrado de mi mente. Pero ya estoy desvariando. Lo que quiero decir es que si algún cibernauta o cosmonauta que tropieza con este no-lugar lee este escrito, y se reconoce como su autor, que me lo diga. No crea que le voy a pagar derechos intelectuales, ni mucho menos felicitarlo. Simplemente quisiera saber quien fue capaz de perder varios minutos de su madrugada escribiendo esto. Más aun, me encantaría enterarme de que no fui yo quien lo hizo. También se aceptan autores falsos, aunque eso si, vengan de a uno asi se me hace más creible.

Aquí es donde dejo de escribir yo, y comienza el otro (que acaso no sea otro más que usted. Y usted, en una de esas abstrusas simetrías de la realidad, no sea nadie más que yo)...

...
¿Y si al final sí existe dios? ¿Qué pasaría si en verdad tiene barba y se anda de bata y chinelas, y es el tirano de un imperio celestial, eternamente arriba? ¿Y que hay de los ángeles? ¿Serán reales esas huestes blanquecinas?

No tengo argumentos para esgrimir a favor de una postura de creencia o de no-creencia con respecto a todo esto, entonces lo mas razonable es imaginar todas las posibilidades, y elegir la más simpática(1).
Cuantos quilos de papel se hubieran ahorrado si el hombre se supiera eterno? Mares de tinta por cuyas aguas naufragan conquistadores de certezas… Evitaría miles y miles de noches de angustia existencial si tuviera la certeza de que voy a seguir siendo yo después de morir. Es que la razón nos lleva hasta la punta de un precipicio, ante el cual no queda otra opción que detenerse… o saltar a los brazos de Dios. Y lo cierto es que cada vez que intenté saltar, fui presa del abismo. Ningún par de brazos divinos acudió a mi rescate.
De todas maneras, imagino que la humanidad solo se preocuparía por vivir, pero de verdad, si no tuviera que ocupar su tiempo pensando en la muerte, preguntándose qué hay mas allá. En suma, si de hecho existe un mas allá, o solo hay nada.

(1) Vamos a ser sinceros: no creo que esto de elegir la opción más simpática sea lo mejor. Es una manera de justificar un pequeño recreo en esta madrugada de libros, café y cigarrillos ajenos. Creo que la verdad –o aquello que llamamos verdad, pero que no sabemos si en realidad existe, lo que configura una situación muy sospechosamente similar a la de Dios- en exiguas ocasiones suele ser simpática. Y digo esto para no ser más explícito y decir que la verdad real, cuando es verdadera, suele ser tétrica, horrenda, caótica, angustiosa y –lo que es peor- incierta.

domingo, 18 de noviembre de 2007





Ella mira por la ventana y llora lágrimas digitales, piensa que su futuro está desconectado. No hay sistema de pensamiento que pueda explicar su alma, no hay sistema de realidad en el que pueda insertarse sin producir eso que algunos viejos sabios llaman angustia del que sabe que se muere. Ahora se pone su pulóver marrón y enciende la radio. No sabe que la muerte tiene forma de sinfonía –sólo lo sospecha. El viento que cierra la puerta, el viento que cruza fronteras y que lleva sábanas de una terraza a otra. Empuja la puerta que estaca su grito al concierto de interrogantes. Y ella sigue llorando, sin siquiera saber por qué.

Joaquín está escondido detrás de un viejo Renault abandonado. La mira a través de la ventana, y piensa que si fuera poeta, ella podría ser su musa cardinal. Con ella como inspiración escribiría los versos más bellos, más tristemente bellos. Se imagina sentado en una mesa de Corrientes, entre cafés y sonrisas tristes. Si tan solo fuera poeta – se repite. Pero no, el que no sabe escribir, ni cantar ni nada, solo y sólo se queda con la tristeza. La tristeza del que sabe que vive sin sacar nada-de-sí, y después se muere.

Yo, que miro desde adentro del auto, los conozco a los dos. Y sé que en el fondo ambos desean lo mismo. Bien saben que luego de esta vida serán nada, y precisamente por eso es que quisieran poder encontrarse y regalarse un pequeño instante de eternidad. Un breve lapso eterno, que siempre es igual. Que siempre dura nada, y después se desvanece. Se muere.

viernes, 16 de noviembre de 2007

todos los hombres, el árbol



Estoy sentado en frente de un árbol que parece como si también fuera yo. Como una continuidad de mi, desde la nada que está adentro mio. En el parque no hay nadie, tal vez ya no haya nadie en toda la ciudad. Yo no se por que los demás chicos no vienen a jugar cuando llueve, a mi me encanta correr debajo de la lluvia. En realidad no importan demasiado los otros, pero sería lindo que también pudieran disfrutar de lo bello.

Lo que importa es ese árbol, que me mira y me huele. Creo que hasta me tiene lástima. Me ve acá sentado, sólo, debajo de la lluvia, sólo… Debo darle lástima, seguro. Quizás hasta asco. Debería decirle que él también me inspira lástima, no importa que no me entienda. Aunque en realidad, tal vez sí me entienda. Tal vez los árboles nos entienden mejor a los humanos que nosotros mismos. Son muy raros los humanos, yo no se que pensar de ellos. Mejor no le digo nada al árbol, a ver si todavía lo lastimo. Porque la lástima no es linda, a mi no me gusta que me tengan lástima. A veces Mariana me dice que doy lástima y a mi me dan ganas de llorar, o de irme al parque a mirar árboles. Porque los árboles son como yo, en esta tarde linda, en este parque vacío. Pobre árbol, está ahí debajo de la lluvia. Seguro tiene ganas de salir corriendo, de irse a otro lado, o no se, a ningún lado. Ojalá no tuviera esas raíces que lo atan al mundo. Todo embarrado encima, pobrecito.

Cuando llegue a casa voy a preguntarle a Mariana, a ver qué piensa de los árboles. Seguro me dice que me calle, que deje de hablar estupideces. No me importa, en el fondo ella es buena y me quiere. Aunque me haga tomar esas pastillas que me ponen malo, y me ate a la cama. Dice que es por mi bien, pero a mi no me gusta. Después me quedan todas las manos lastimadas. Los pies también, porque ella me ata las manos y los pies. Es mala conmigo la tía Mariana, es mala. Es re feo estar así. Igual que vos, con esas raíces como tumbas, embarradas, y con esas ramas peladas incrustadas en el cielo gris. ¿Vos me escuchás no? ¿Querés estar solo? Bueno entonces me voy. Le voy a preguntar a Mariana donde tenés los oídos. Chau árbol, chau.


lunes, 12 de noviembre de 2007

Florencia es ciudad y flor y mujer, y ciudad-flor y ciudad-mujer y niña-flor, todo a la vez. Y el extraño objeto que así aparece posee la liquidez de lo fluvial, el dulce ardor leonado del oro, y al terminar se abandona con decencia y, por el abatimiento de la e muda, prolonga indefinida su entrega llena de reserva.


de Las palabras



Jean-Paul Sartre nació en París, en 1905, y murió en todas partes, o acaso en ninguna, en 1980. Vaya aquí este pequeño homenaje a uno de los mayores escritores de todos los tiempos.





domingo, 11 de noviembre de 2007

pulgarcito

Ya no importa el afán con que busqué besarte la boca,
ni importa que septiembre asome con corona de caléndulas;
esta tarde palpo con el tacto de la voz una verdad pequeña
y es que, quiera o no te quiera, condenado quedo a tu belleza.

Ya no me inquieta el invierno frizado, la tarde rota por el sol
o las amatistas engastadas tras el bucle fluvial de los rizos lacios,
ni los silencios atenienses con que nos besamos vocingleros cuando amantes,
pues el amor desarma con sus abrazos espartanos los blasones florales de la risa
más pintada.

Ya no me importa la tilde bien peinada de mi nombre
o que el diptongo dúctil del tuyo se manche de haches;
ya no me importa que la flor que te ofrecí se marchitase,
que no seas ni media naranja, ni me ames.

Me niego a aceitar los rulemanes del olvido,
a sumar las edades y promediarlas con buena nota de concepto,
a esperar a crecer, medirme el talle,
o a amanecer contando las estrellas.

Ya no me importa el tanto afán que puse,
la paga innoble en tu acertijo de silencio,
ni el vestido de novio que vestí frente el espejo.

Que ponerme triste por cosas que no se pueden remediar…
que ponerme triste por ser vos linda y no gustarte yo…
es como rascarse los granitos
con dolor de uña.

Jota D´alessandro

miércoles, 7 de noviembre de 2007


y si escribo es por no gritar
y si grito es por no llorar
¿y si muero?

lunes, 5 de noviembre de 2007

la realidad








Detrás de las cortinas está la realidad,
detrás de este humo está la realidad,
detrás de tanta niebla y barro,
hay realidad.

Y detrás de todo el ruido
también
debe haber
la realidad.

Pero sucede que yo soy el ruido y la niebla y el humo y las cortinas y el barro,
y me temo que detrás de mi,
no hay nada.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Un Árbol Venenoso



Estaba enojado con mi amigo:
le manifesté mi ira, la ira terminó.
Estaba enojado con mi enemigo:
me quedé callado, y mi ira aumentó.

En el miedo la fui regando,
de noche y de día con mis lágrimas;
con sonrisas la fui asoleando,
y con sutiles y arteras estratagemas.

Así creció de día y de noche,
hasta volverse una brillante manzana;
y mi enemigo observó su brillo,
y supo que era mía,
y furtivo entró a mi jardín
cuando la noche envolvió al follaje.

Por la mañana satisfecho vi
a mi enemigo exánime bajo el árbol.
William Blake

jueves, 1 de noviembre de 2007

demasiado tarde para lágrimas (eternidad III)



Siempre es demasiado tarde, para todo.

Si nos detenemos un momento a pensar antes de realizar una acción cualquiera, advertiremos que ya pasó el momento, ya que siempre ya es tarde. Quizás se deba esto a que somos nosotros mismos quienes llegaron tarde al mundo de la existencia, y como consecuencia lógica todas nuestras acciones resultan vanas, inútiles, y fatalmente prescindibles para el ordenamiento (o des-ordenamiento) cosmológico. Si cada uno de nosotros mismos somos y estamos de más, nuestros actos, dependientes ontológicamente de nosotros (como causa origen), también serán y estarán de más. No hay ninguna necesidad para hacer nada. Más bien, no hay ninguna razón ni legalidad que rija acción alguna.

No quiero decir que todo ha sido hecho/pensado. Ni tampoco pretendo hacer un elogio a la quietud. En verdad lo que quiero decir es todo lo contrario a eso.

En una concepción del tiempo como linealidad que avanza desde un principio hasta su irremedible final apocalíptico, quizás tenga sentido una llegada tarde que nos ubique a la postre de los hechos históricos determinantes. En una historia religiosa (judeocristiana, marxista o maniquea) teleológica que ubique al paraiso como fin de los tiempos, todo aquel que osare caer en la mundaneidad luego de que el paraiso haya tenido lugar, habrá de sentirse desesperadamente retrasado. Personalmente considero al paraiso como el período de tiempo que transcurrió desde el inicio de los mismos hasta el momento de mi nacimiento. Es decir, llegué justo despues del derrumbe del paraiso.
(...)

Ahora bien, si nos arrojamos a un tiempo circular, eterno, donde el principio y el final no son dos extremos de una línea sino todos y cada uno de sus puntos-instantes, habremos de entender que lo que hoy vemos en el mundo, de hecho siempre estuvo ahí. Se trata de una creación eterna, sin principio, sin final, dónde nuestras acciones poseen la misma significación sin sentido determinado. El único parámetro firme en este escenario no es otra cosa que el yo. Es uno mismo quien otorga sentido a lo fenoménico, a las cosas, a todo. A nada. Es nuestro proyecto lo que hace del árbol un estorbo o un modelo pictórico. Nosotros y nada más que nosotros. Yo, y nadie más que yo.

El hecho en sí está de más, no importa. Pero si yo lo quiero, pues entonces será hecho. Sin otra razón, sin otro fundamento que la propia voluntad. Una voluntad no regida por nada más que yo. Sin razón, sin fundamentos.