Dicen que hay en ésta ciudad
un tranvía,
que viaja a bordo de nuestros cuerpos,
que viene desde la noche
y que cuando no podemos siquiera volar
nos trae de vuelta a casa
a ésta ciudad, la mía.
A este cuerpo,
que es de nadie.
Absurda ciudad de gritos cuajados en cables
de fibra óptica,
que de óptico poco tienen,
que transmiten un aburrimiento metafísico
entre lágrimas y corazones
siempre falsos.
Absurdo cuerpo éste, que encerrado en un alma tan efímera,
se ahoga en un charco de ginebra,
y se esconde entre Sísifo y su piedra.
Siempre en los mismos lugares
siempre tan comunes.
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