sábado, 21 de junio de 2008

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estoy en la facultad de derecho, escuchando una clase de procesal. tengo frente a mí a un troglodita abogado que juega a ser profesor. él juega a ser profesor y nosotros jugamos a ser alumnos. él habla de plazos para contestar la demanda, de la reconvención y la reconcha de tu hermana pelotudo, pienso yo, y me dan ganas de empujarlo por la ventana, y mirarlo caer. lo imagino agitar sus bracitos, tan protegidos en las mangas de su traje dior mal planchado. imagino su corbata volando sobre su cabeza, siguiendo su rastro idiota. en fin, imagino muchas cosas, pero básicamente imagino que lo mato, y que disfruto con la realización del ilícito. y lo imagino, justamente, para no planearlo. y lo escribo, justamente, para no hacerlo, y así evitar las siempre fastidiosas consecuencias que un proceso penal acarrearía en mi contra.

ahora el sujeto de traje se levanta de su escritorio, y deambula por los pasillos del aula. yo lo miro como hipnotizado, sigo imaginando cosas, por ejemplo que sus ojos explotan y de adentro le salen lenguas de fuego, o que una chica que siempre se sienta en el primer banco se va a levantar y le va a hacer un piquete de ojos. pero de repente me veo obligado a salir de mi trance hipnótico porque el imbécil se me para al lado y me habla, dice algo como "a ver usted, que está tan concentrado, digame cuales son los requisitos de la prueba documental". yo lo miro, y antes de tener siquiera tiempo para decir "no sé", el pibe que se sienta a mi lado le contesta. el profesor dice "parece que entendieron, je", y vuelve contento a su escritorio.

la hora termina, termina antes de tiempo, pero termina porque el doctor montoto (asi se llama el tipo, posta) dice que tiene que volver temprano a su despacho de la inspección general de justicia. dice que tiene que terminar de redactar un discurso que leerá esta tarde, dice que esta tarde es la presentación de su tan ansiado libro "el procesalista", y que estamos todos invitados. y también dice algo más, que no llego a escuchar porque estoy al lado de la puerta y soy el primero en huir.

ahora, mientras me elevo junto al puente de la figueroa alcorta y me cruzo con dos viejas que putean a cristina, pienso en el libro del troglodita. tengo tantas ganas de ir a esa presentación como de hacerme un clavado desde aca arriba.

pero ojalá tenga suerte el doctor montoto, no parece mal tipo.





4 comentarios:

Anónimo dijo...

tenés una forma muy agradable de contar las cosas..
dan ganas de leer.

saludos.

Anónimo dijo...

bueno, gracias...

saludos.

Sofi dijo...

Hace un tiempo entré y te escribí algo sobre Sartre.. No sé si te acordas...
Pero seguí leyendo tu blog porque me re gustan las historias que contas...
Y con esta me sentí identificada: el martes también recurrí a la escritura para no explotar... Está bueno cambiar las "ganas de" (en tu caso matar, en el mío, desgollar/ahorcar a alguien)por algo artístico... Plasmar las ansias en textos. ¿Nos sentimos bien así no?
Un beso,
Sofi

Anónimo dijo...

¿Un escritor estudiando derecho? ;)