viernes, 28 de diciembre de 2007

bambalinas

Sus cabellos caían extendidos sobre mi vientre, desparramados. Eran como bambalinas que afirmaban y daban sentido a la obra que se desarrollaba, oculta, del otro lado. El sol comenzaba a proyectarse a través de los agujeros de la persiana, y uno de esos preciosos pero insolentes halos de luz se estrellaba directo contra su cráneo, dándole una especie de aureola sacra a la doncella del pecado. Yo no podía estarme quieto. Con la vista hipnotizada en el ventilador y su girar idiota, me escuché decir “sacámelo y seguí así, dale”. De más está decir que me hizo caso, y que siguió haciéndome caso por diez minutos.

Los parlantes de la radio empezaron a escupir una canción de Bob Marley. Creo que era Bob Marley, en realidad no lo sé. El caso es que en ese mismo instante de música aletargada, Ludmila, con un sutil pero inexorable movimiento de su mano corrió el telón, y expuso ante mí el espectáculo de su boca infamada. Hundí mis dedos en su cabeza, apreté con fuerza, y en un rapto de irracionalidad dejé de ser yo por un par de eternos segundos.

Su impúdica lengua ya nadaba en esa absurda viscosidad de espermas condenados a la nada, escondida detrás de una sonrisa soberbia que denotaba cierto exceso de autosatisfacción. Tenía los labios comprimidos y los ojos verdes bien abiertos, llenos de mentiras a punto de estallar. Pasó al baño envuelta en una sábana, y yo quedé desnudo en la cama, ya vacía de ella. La vi entrar de nuevo al cuarto como un huracán de gritos silenciados que acababa de quedarse dormido. Se quedó parada al lado de la cama mientras caían las primeras gotas de una tormenta que duraría todo el verano, y con la mirada perdida en el afuera me dijo “en tres días me voy a Bélgica, ya no nos vamos a volver a ver”. Yo no le respondí, no tenía nada que decir. ¿Cómo podía importarme el futuro después de haber transitado el camino de la eternidad?
Al cabo de varios minutos de silencio me pidió que le llamara un taxi. No nos dijimos ni siquiera adiós, nada de despedidas. Hubiera sido en vano estorbar esa breve eternidad con un cierre ficticio, y para peor, hecho de palabras.

EN EL MUNDO DE LO PERECEDERO Y LO CORRUPTIBLE EL AMOR SE CONVIERTE EN LA MÁS ALTANERA DE NUESTRAS NECESIDADES.

Eso anoté en un pedazo de papel después de cerrar la puerta que nos mantendría separados por el resto de nuestras vidas. Entonces no sabía qué era el amor, y quizás hoy tampoco lo sepa. Pero creo que aquella noche Ludmila me condujo al punto exacto donde confluyen lo uno y lo múltiple, lo sagrado y lo profano, donde se encuentran la vida y la muerte. Ojalá alguna vez pudiéramos regresar, juntos, a aquel abismo de los abismos. Ludmila…
D.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

que erotico lo suyo...

bye darling

Anónimo dijo...

ya lo saben...

en este blog no son bienvenidos los anónimos.

pueden decir lo q qieran, putearme, criticarme, poner bombas o eyacularme en las orejas.
pero haganse cargo che.

Anónimo dijo...

te parece?

besos desde gaisneville

Anónimo dijo...

si, me parece.

besos desde el infierno porteño, donde todo arde y se derrite. y donde, para pior, no está tu anónima presencia.

Anónimo dijo...

ahora es mi turno...