domingo, 30 de marzo de 2008

Esquivando a los otros el miedo vino a mí.

Y el terror de estar solo, me alejó de mil cosas que amaba.

Ariel Minimal



Miedo



Miedo de peluquerías,

que me siguen hasta mi casa.


Miedo de los pactos que son para ser cumplidos.

Miedo de tarjetas de crédito

y supermercados

y carpetas que algún día ellos abrirán.



Miedo de ingenieros y curas y notarios.



Miedo de las palabras que engañan,

miedo de los hombres que las usan.
Pero más miedo de quienes no las usan por miedo a ser engañados.

Miedo de que el miedo sea cierto.

Miedo de ser leído y escuchado.

Miedo de no ser leído,

ni escuchado.



Miedo de mis amigos,

y sobre todo, miedo de vos.




Miedo de esto, que nunca es.






miércoles, 19 de marzo de 2008

el lado oscuro de la ruta


las palabras no hacen el amor

hacen la ausencia

Alejandra Pizarnik


No hay tiempo para poesía.

Dicen que ya no,

que no se puede

la poesía.

Pero sucede que el tiempo no existe,

y las palabras son siendo.

Y después se van.


Seremos la niebla,

Hasta que los relojes sean niebla.


Ya no son las palabras.

Son mucho más allá.

Son como uno mismo,

señalándose desde arriba

o desde el otro lado del espejo.

Son como atravesar la noche en un micro

dormido,

y despertar bebiendo sangre, con gusto a sangre.

Sangre roja como

sangre.

Sangre sucia, mía, de otro cuerpo.


Y la luna…

¿cuál luna?

La luna es de los gatos y los tejados,

de los enamorados

y las esquinas del barrio.



Esa…

esa no era la luna.

Era el rostro de una muerte desnuda,

herida.

Jamás vencida.



domingo, 2 de marzo de 2008




De la Verdad,
y lo mismo con las mujeres,
no pretendamos apresarlas.

Bástenos con acosarlas
y perseguirlas.

Que sólo así las poseeremos:
dejándolas escapar.

domingo, 24 de febrero de 2008



quede la impronta de tu vida sobre mi
por siempre.

domingo, 17 de febrero de 2008


El tuvo suerte. Más allá de los méritos personales, tuvo mucha suerte. Porque esa tarde la vio aparecer y supo que era el momento para intentar hacer algo, para sentir algo que valiera la pena. Y el momento indicado no dependía del tiempo, ni de la configuración astral o los designios de los dioses, no. Era ella misma el momento indicado. Con su pelo, sus ojos, sus labios y su sonrisa. Sí… su sonrisa, carajo.

Como de costumbre, no sabía que decirle. Empezó a tartamudear y le habló del sol y del cielo y los edificios de mierda que no nos dejan ver. Que los pedazos del cielo siempre recortados entre cables y edificios amarillos.

Siguió sin saber qué decir durante algunos días, hasta que una noche su mano –esa que tiene vida propia- empezó a hablar. Y tomó su mano, y la arrancó de las sombras y la llevó hasta el centro de la música. Después sus labios bailaron como bailan los carpinteros y las costureras, intentando reparar todo el mal del mundo. O al menos a intentar curar y coser algunas heridas, porque ya no somos tan adolescentes como para pretender salvar al mundo, ¿no? No, dijo ella, al mundo no. Pero creo que vos podés salvar mi vida.


Las palabras, siempre el mismo problema con las palabras. Que no sirven para decir sentimientos, ni siquiera para pensamientos. Pero son inevitables, salen como por boca de rana. Y hablan ¿pero qué dicen? Y gritan pero qué dicen. No sé que son las palabras, y él no sabe qué siente. Nadie sabe nada, pero todos hablamos, y nos decimos como si supiéramos nombrar lo que no existe. Que los sentimientos están en otro lado, y que si querés descubrirlos, problema tuyo. A las palabras las tenés que esquivar como flechas venenosas, porque engañan. Aunque él diga la verdad… miente.

¿Y ahora qué va a decir, que la quiere, y que la extraña? Sí, ¿por qué no? Si es verdad. Pero no, tiene que haber una manera más sublime para expresar esos sentimientos. Uno no puede conformarse con decir “te quiero” o “te extraño”. Desde que el hombre es hombre viene repitiendo esas frases con total impudicia. ¿Qué significa hoy en día decir “te quiero” mientras miramos con ojitos de tonto enamorado? Puede significar todo, o quizás nada. Lo mismo.


Todo esto pensaba él, una noche acostado con ella en la oscuridad de su cuarto. Pensaba esto y trataba de controlar su lengua. Esa lengua, que como la mano también tiene vida propia y a veces habla sola, y se desubica diciendo cosas como te quiero.


Ella sonrió.




lunes, 11 de febrero de 2008





ve lenta hacia mi

como un barco decidido

a no teñir su destino con el humo de relojes

y caléndulas marchitas de antemano


yo soy un pedazo de tiempo perdido en el mar

soy el que robó las guirnaldas a tu faro

y ahora las tira

al otro lado del mar


pero deberás entender que

el que te robe no me hace ladrón

ni el que me pierda te da derecho a buscarme

a encontrarme y después perderme

o dejarme varado en el oleaje de tus besos salados


cómo explicar con palabras explicadas

que el barco en el que hoy me viajo

partió ya mil veces en el futuro

en algún otro futuro tan ajeno a vos


exageremos nuestro amor y digamos que es amor

que existe

jueves, 7 de febrero de 2008

song 4u


a bel

yo te doy una canción

en el filo de esta noche

para que mañana el día

juntos podamos iluminar

que tanto sol de mentira

no se quede con tu luz

y sea pura energía

lo que me llegue de vos

cada noche con vos
es siempre la primera vez
de encontrar al amor rendido a mis pies

y hasta cuando con mi piel

desnudo el velo de tus sombras

y dejo marcas infinitas

que serán tu recuerdo

de mi


quiero buscar en vos
y naufragar adentro tuyo
y detener este tiempo en un eterno segundo

porque el unico más alla en el que

mi alma puedo concebir

es el que trasciende a tus puertas

dejame entrar

dejame ver

dejame ser

otra vez en vos

otra vez con

dios




yo te doy una canción

porque canción es todo lo q tengo

y si necesitás abrigo

con mi cuerpo te cubriré

nena cuando estoy con vos

el mundo parece recién pintado

nunca pierdas tu sonrisa

y yo por siempre a tu lado




miércoles, 6 de febrero de 2008

Esto está mal, no debería haber sido escrito, ni leído.
Charles Bukowski


Es raro, pero no puedo disfrutar de tu abrazo, me da lo mismo. Algo así me dijo, y yo me sentí un idiota. Un idiota porque nunca había abrazado a nadie, y porque pensé que en ese momento le haría bien un poco de ¿afecto? Entonces pasé mi brazo por sobre sus hombros, y le dije tranquila, no estés mal, yo te quiero… te quiero ver bien, mientras le secaba las lagrimas con la manga de mi pulóver. No sabía bien qué le pasaba, de hecho nunca lo supe, pero no debía de ser nada bueno. Lloraba un llanto frágil, y tenía los ojitos tristes, más que tristes, apagados. No me decía nada, sólo me escuchaba, o quizás ni siquiera eso. Estuvimos quince minutos así, quince minutos sentados en el cordón del Parque Chacabuco, pensando que lo mejor era no vernos más, que lo nuestro había sido un sueño absurdo, o una pesadilla, no sé, pero mejor terminamos acá, que así no se puede más, Lu, que si vos no estás bien yo no puedo estar bien, y así, durante quince o veinte minutos.





Hasta que me miró como se mira a un fantasma, y me dijo es raro, pero me da lo mismo que me abraces o no, mientras hacía un movimiento sutil, como insinuando que mejor sacame el brazo de encima, que en realidad no me da lo mismo, que me molesta, que me pesa, Diego, tu brazo me pesa. Yo no supe qué hacer con ellos, no sabía donde meterlos. Y desde ese día me pesan a mi, mis propios brazos, me sobran. Por ejemplo ahora, los veo ahí apoyados en el borde del escritorio, moviéndose torpes por sobre el teclado, como dos víboras traicioneras, ajenos a mi cuerpo. Me dan asco. Si no terminaran en dos manos me los haría arrancar. Sobre todo éste, el derecho, el que Luciana se sacó de encima, mientras me miraba impávida.





Creo que en el fondo eso es lo que más duele, la mirada. Esa mirada, era como una mezcla de resignación de vos no me podes ayudar, así que mejor salí, con lástima de sé que te estoy lastimando con esto, pero igual salí, y tal vez un poco de odio de a vos no te pasa nada, hijo de puta, todo te importa nada. Todo eso me gritaba con los ojos, con los labios inmutables, y con el gesto sutil, ese de salí de encima mío.





Y yo… ¿qué más podía hacer? Todavía me lo pregunto. Creo que lo adecuado hubiera sido cualquier cosa, menos sacarle el brazo de encima. Fue como decirle tenés razón, yo no te puedo ayudar, y aunque esto me lastime, en realidad, no me importa. Y me fui. Le dije chau Luciana, y me fui.





Pero me llevé su mirada conmigo, fue ella la que me la arrojó encima. Afortunadamente no habían piedras en esa zona del parque. Creo que la puso, a la mirada, digo que la puso donde nace la columna vertebral, cerca de la nuca, por ahí. Después fue moviéndose por todo el cuerpo, primero giró alrededor de mi rostro. Marchó por sobre mi nariz, como marchan los granaderos, o cualquier milico, da igual. El punto es que me pisoteó la nariz, con bronca. Atinó a meterse por los orificios nasales, pero de casualidad la saqué envuelta en mi pañuelo, el que tiene la D bordada, el celestito, el mío, sí. Y me la puse en el bolsillo. Era obvio que se iba a escapar, y cuando lo logró encaró directamente hacia la bragueta. Creo que se detuvo, fácil, unos 15 días ahí, posadita en mi bragueta. Yo no sé si era una ironía, o qué… pero la verdad es que no me molestaba. Ojalá se hubiera quedado ahí. Pero no. Tuvo que subir. Demasiado previsible, lo sé, y seguramente ella lo sabía también. Ahora creo que sí, que es verdad que a la realidad le gustan las simetrías, será por eso que en este momento hay dos ojos invisibles que me miran los brazos mientras termino de escribir e s t o . o





domingo, 3 de febrero de 2008

Habrá que desenvainar las espadas del texto,
y escribir una canción aunque no haya algún pretexto.
Andrés Calamaro






¿Quién necesita razones para cantar?



sábado, 26 de enero de 2008

hay cosas que no se pueden borrar, ni siquiera del blog.

domingo, 13 de enero de 2008



la noche se cierne sobre mi sombra.
apoya los coditos,
                            desnudos
                                           sobre el filo de mi orgullo
me mira
             mal,
                     y me pregunta
¿hasta qué punto pensás que podes atravesarme?
                                                           esta noche?
si vos y yo
                 somos la misma cosa
si vos,
          diego,
no sos más que una leve continuidad de mi sombra,
un tumor que crece debajo de mi cama
un accidente,
                 …un puro accidente.

un pedazo viscoso
entre humo y café negro,
entre ausencias
                      y soledades,
que me tortura hasta saber
que la noche y yo
                            somos la misma
                                                      nada.

el residuo de lo que ya nunca volverá a ser
una flecha arrojada al viento
que no vuelve
                     que no vuelve nunca
                                                                                               ¡punto!

ahora soy yo
                     diego
                              ésta pura negación
el inquisidor:
y con qué derecho te crees vos,
                                              noche,
para venir a cuestionarte
                                        los límites
                                                          de tus propias preguntas.

quisiera ser el refugio del no ser
quisiera ya no ver espinas en tu voz
quisiera pues hoy no quiero querer

                                                  quisiera serlo todo
                            pero ya no puedo ser                                                                    
                                                  nada más que yo…

martes, 8 de enero de 2008

jueves, 3 de enero de 2008




Planear viajes a lugares que nunca voy a ir
o imaginarte de mi mano por las calles de París,
es como poner un disco al revés
y sentarme a esperar
un rayo, una revelación de tu Dios.

Que por más que adelanten una hora
en los relojes del gobierno
no vas a volver antes a mi lado.

Que el tiempo me atraviesa
y vos que no estás
y que está todo mal,
menos vos,
porque vos no estás.

Y el calor y las agujas y los mosquitos,
aliados en esta tortura contra mi cuerpo,
que es mi alma
que no existe ya,
se estancan en la cornisa de mi piel
y se asoman,
y no ven nada.
Sólo un reflejo burdo con olor a sexo saciado
sólo un instante de amor callejero que no llena
que vacía,
que no llena…

Yo a tu cuerpo lo toqué de oído.
Y ahora me ahorco con la sábana sucia color carmesí,
mientras por la ventana pasa un bigote blanco silbando,
que me saluda
y me dice feliz año, igualmente.
D.

lunes, 31 de diciembre de 2007

Este año nuevo llega una hora adelantado.



A raíz de la decisión tecno-política de adelantar una hora en nuestros relojes, hoy tuve una interesante discusión con un amigo que derivó en algo pseudofilosófico acerca del tiempo. Aquí las conclusiones a las que llegamos, o al menos a las que llegué yo.


La cosa es así, ayer habíamos arreglado para encontrarnos a las tres de la tarde en el Parque Rivadavia para husmear un poco entre libros viejos. Yo me desperté al mediodía, comí una porción de tarta y después me quedé charlando con mi abuelo en la cocina, tomamos mate también. Yo tenía que matar el tiempo hasta la hora de salir, hasta las tres menos veinte más o menos. Cuando el reloj ya había ubicado sus agujas en la posición de la una y cinco, mi abuelo me preguntó “¿vos estás seguro que este pibe sabe que cambiaron la hora? ¿Se van a encontrar a las tres de hoy o a las tres de siempre?”, y no, yo no lo sabía. Así que le mandé un mensaje al celular que preguntaba “¿nos encontramos a las tres, pero, dentro de 50 minutos o dentro de 110 minutos?”. No me respondió, y yo supuse, acertadamente, que no tendría crédito.


Eran las dos y el aburrimiento me asfixiaba, así que decidí ir al parque. Llegué dos y cuarto al parque y Daniel ya estaba ahí. Estaba sentado con la cabeza entre las manos. No me vio venir, recién se dio cuenta que había llegado cuando me senté a su lado y le dije “qué haces che”. Me dijo “hola, vine antes porque supuse que no le ibas a dar bola al cambio de horario ese que quisieron inventar”. “Sí, yo pensé lo mismo de vos” le respondí.


Dimos un par de vueltas por el parque sin comprar nada, y después nos sentamos en un café de Rivadavia. Creo que pedimos dos cortados, no importa. En el parque habíamos hablado de minas y de algún amigo ausente, lo de siempre. Pero fue en el preciso momento en que el mozo nos trajo los cafés que Daniel dijo “esto de festejar el fin de año es una estupidez, yo no entiendo qué tiene que ver el tiempo con el calendario”.


Así empezó la charla, que no intentaré rescribir acá porque esto no es un cuento ni un relato, sino simplemente un par de conclusiones que saqué de esa charla. Aclaro algo, todo lo que se diga a continuación y resulte interesante salió de la boca de Daniel. El resto, que es casi todo, lo digo yo.



El tiempo no tiene nada que ver con el calendario, ni con los relojes. Esas cosas son tristes intentos de los seres humanos por controlar o medir de alguna manera el paso del tiempo. Cuando comienza un nuevo año nos sentimos reconfortados si el que dejamos atrás no fue bueno. Pensamos “quizás este sea mejor”. Esperamos tener mejor suerte, que los astros se alineen según nuestra conveniencia y Dios se disponga a nuestro favor. En el más mínima trivialidad que consiste en sacar el calendario “2007”, y poner el nuevo, próspero y flamante calendario “2008” que nos acaban de regalar en la verdulería, se puede ver una suerte de acto de fe. Creer que hay algo que termina y algo que comienza, algo nuevo que viene a reemplazar a algo viejo, es un acto de fe. Y con acto de fe acá quiero decir: algo en lo que necesitamos creer, pero que de hecho es falso. Algo que nos encantaría que fuera verdad, pero no lo es (tal y como la existencia de Dios, o del Paraíso, temas estos en los que prefiero no inmiscuirme de momento, para evitar roces con ciertas niñas con delirios místicos que suelo frecuentar).


Voy a repetirlo, porque Daniel tiró esta frase como una patada ninja: el tiempo no tiene nada que ver con el calendario. No pasa por ahí. La temporalidad no es una situación lineal en la que un ahora (o momento, o instante, según se prefiera) viene a suceder a otro ahora. No, no es eso. Yo no se qué es, pero eso no. Quizás sea como Platón dijo “el tiempo es la imagen móvil de la eternidad”, y Aristóteles confirmó diciendo que “el tiempo es el número del movimiento”. Quizás tengan razón ellos. El problema es que después de decir esas frases tan poéticas (la de Platón especialmente, ¿no? Yo creo que aunque Platón denostara tanto a la poesía, en el fondo, él, era un poeta. Y quizás no tan en el fondo también) salieron corriendo, y después murieron sin explicarnos qué significa todo esto (bueno, quizás esté siendo un poco injusto. No importa, esto no se trata de justicia).


Todavía estamos como aquel Agustín de Hipona que se lamentaba “¿qué es el tiempo? Si no me lo preguntan lo sé, pero cuando me lo preguntan ya nada puedo contestar”. Somos incapaces de captar un mísero instante. Es todo tan fugaz, como decía el tangote mi abuelo a la mañana, que cuando intentamos fijar nuestra mente en un ahora presente, ya se ha convertido en pasado. El tiempo no es, sino que ha sido y será. Y cuando es, es siendo. Y eso que es siendo no es otra cosa que nosotros mismos. Y cuando establecemos parámetros fijos y lineales para medir el tiempo, lo que intentamos hacer es organizar nuestro tiempo (ok, esto es obvio, lo reconozco, pero de todos modos quería decirlo). ¿Qué sería de nosotros si miráramos hacia atrás y no pudiéramos definir qué distancia hay entre nuestro nacimiento, la entrada al colegio y nuestro primer beso? ¿Cómo hubiera hecho para encontrarme con Daniel en el parque si no hubiera tenido un reloj en la cocina de casa? Es claro, sin dichos artilugios todo sería todo mucho más caótico de lo que es ahora. Por eso, quédense tranquilos que no pretendo abolir los almanaques, ni los relojes, ni los festejos de año nuevo (aunque cada vez me molesten más los petardos) si sirven para darle algo de alegría a las personas.


Solo quiero decir que más allá de todo ello sucede un fenómeno, que es el temporal, que nos atraviesa, nos descuartiza. Nos deconstruye (no en sentido técnico derrideano), nos desintegra y nos arroja a la decadencia, al desierto. El tiempo somos nosotros (esto no es nada nuevo, si ya lo dijo Heid), y cuando decimos que el tiempo pasa rápido, lo que estamos diciendo es que nosotros pasamos rápido por este mundo. Son todas maneras sutiles y disimuladas de lamentarnos por la brevedad de nuestra vida, de nuestro tiempo. Sí, como dijo Daniel mientras volvíamos, el calendario es la materialización de la angustia del ser que se sabe mortal y limitado en todo sentido.


Veamos cómo empieza el año ese ser angustiado y angustiante. ¿Qué hace en verano la gente? Huye del calor, de la ciudad. Claro, si la ciudad es un loquero. Hay que escapar de Babilonia, como decía Bob Marley. ¿Y adonde vamos? se preguntan. ¡A Mardel! (o Pinamar, o Punta, es igual). Nos vamos de veraneo a “la feliz”, a comprar pulóveres y a sacarnos fotos con esas horribles focas de la rambla. Una vez instalados en nuestro depto de Punta Mogotes nos levantamos tempranito (pero no tanto porque anoche salimos a bailar y tomamos unos traguitos de más), levantamos la persiana preguntándonos cómo estará el tiempo (¿se dan cuenta?), y con inusitada alegría gritamos a los que todavía duermen “!levantensén que hoy hace un día hermoso!”. Sombrillita y reposera en mano, vamos a la playa oh oh oh oh. Con su permiso, voy a ponerle un nombre un tanto trillado a todo esto: LA ETERNA REPETICIÓN DE LO MISMO. Y ahora pregunto: ¿Dónde estará lo nuevo en un año que empieza así?


Y esto te lo digo a vos, sí, a vos, mariposita mía. Ese calendario lleno de augurios de felicidad que acabás de colgar en tu casa no va a traer nada nuevo, sabelo. También sabé que si querés algo nuevo en tu año, en tu tiempo (que, por si todavía no te quedó claro, ¡es tu vida!) lo vas a tener que conseguir vos solita, más allá del 2008, del calentamiento global, de los mosquitos y de la nieve patriótica. Hacé planes, proyectate hacia el futuro, date tu nuevo ser. Que te importe nada el “feliz año” que te desean los vecinos. Respondeles con un “igualmente” lleno de compasión, y andá a buscar a tu amiga, o a leer un libro, o a acariciar a tu perro. Pero por favor, no te estanques en cuentos de hadas. No compres una temporalidad trizada y mojada con Sidra y Fresita (¿existirá alguien en este mundo a quien realmente le guste la Fresita?). Hacete cargo de vos misma, y sé responsable de todo y ante todo. Nada más.
D.