No sé si Dios existe. Lo más probable es que no exista un carajo. Pero también puede que sí. Como sea, no importa. Existe el amor y existe la música, dos cosas infinitamente mejores que Dios.
martes, 25 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
ciego de verano 4
y nací y soñé y viajé y lloré
señora fuhrer
muy alto en el cielo
haciendo aladeltas
dividiendo
o vueltas carnero
cuidado, no vaya a caer
en medio del desierto de mar
donde no hay más que arena
y arena y arena y arena
o en el asfalto de arena
donde no hay más que arena
y arena y arena y más o menos arena
o bajo la lluvia de arena
de la arena blanca como la arena blanca de allá
y/o la sal blanca de acá al norte
o/y de acá adentro
bien adentro
si fuera vos seguiría en la luna
o viajaría hasta la nueva constelación
esa que cambió todo el horóscopo
(así que ahora soy de géminis
--------------------- ¿tendré entonces dos caras?
¿ y no más caparazón de cangrejo que camina chueco ? )
a algún lugar así
lejano, inexistente
pero no volvería más
a la calle
miraría directo al sol
y buscaría otra igual a vos
igual a vos
igual a vos
o a cualquier otra
ya no importa
miércoles, 19 de enero de 2011
ciego de verano 3
"COS PEOPLE BELIEVE THAT THEY´RE
GONNA GET AWAY FOR THE SUMMER"
Buenos Aires en enero es otra ciudad. Es como una ciudad extraña para sí misma y para sus propios habitantes. Para los que se quedan acá. Porque los que están de gira por el mundo deben creer que Buenos Aires sigue siendo igual a la Buenos Aires que ellos abandonaron. Que Buenos Aires sigue siendo Buenos Aires. La misma ciudad donde pasan el resto del año. Pero la verdad es que Buenos aires en enero es una ciudad exótica. Quedarse acá es otra manera de viajar. Más barata, más compleja que simplemente subirte a un avión y jugar a ser un cosmopolita durante quince minutos.
No se bien por qué, pero esta ciudad me pega en algún lugar adentro. Como dice Andrés, Buenos Aires es mía, me la quedo con toda su porquería. Aunque no sé. Buenos Aires no es mía. No es eso. No es tanto una relación de propiedad como de identidad. Buenos Aires soy yo, y me la quedo porque me quedo conmigo.
Hoy, por ejemplo. La lluvia de esta mañana. Caminar la Plaza de Mayo con esa lluvia cayéndome. Mojándome el alma que creía herida. Lloverme a mi mismo. No está mal eso. Hablar con la gente, con gente cualquiera. Ver los mismos lugares desde otro lugar. Ver el mismo cielo, desde otro cielo.
Bueno, pedazos de cielo. Desde acá sólo podés ver pedazos de cielo. Viñetas de cielo, fragmentos. Para ver cielo tenés que ir a campo. A la pampa. A esa pampa que es ya una extensión infinita de Buenos Aires, o viceversa. Porque... quién puede decir exactamente dónde termina la ciudad y empieza el campo?? Según Bioy esa transición ocurre a pasos de la Plaza San Martín (lo dice en "Historias de Amor", en el segundo o tercer cuento). El místico Martinez Estrada sabía decir que en realidad no hay diferencia entre pampa y ciudad. Que la pampa palpita bajo el cemento de la nueve de julio, bajo los asientos del Colón. Scalabrini, algo parecido.
Así que si querés ver el cielo, y no meros pedazos recortados por edificios y cables y antenas, andate al campo. O sino también podés intentar trepando hasta la terraza del rascacielos más alto de la ciudad. Desde ahí arriba vas a ver cielo y náda más que cielo. Vas a estar tan alto, tan cerca del cielo que con sólo estirar el brazo vas a poder alcanzar el tapón del cielo, que es el sol. O la luna, no se bien. Bueno, no importa. Te vas a dar cuenta. Y cuando estés ahí, con el piolín del tapón del cielo en la mano, tirá, tirá bien fuerte, tirá con todas tus fuerzas y sacalo. A ver qué pasa.
No se bien por qué, pero esta ciudad me pega en algún lugar adentro. Como dice Andrés, Buenos Aires es mía, me la quedo con toda su porquería. Aunque no sé. Buenos Aires no es mía. No es eso. No es tanto una relación de propiedad como de identidad. Buenos Aires soy yo, y me la quedo porque me quedo conmigo.
Hoy, por ejemplo. La lluvia de esta mañana. Caminar la Plaza de Mayo con esa lluvia cayéndome. Mojándome el alma que creía herida. Lloverme a mi mismo. No está mal eso. Hablar con la gente, con gente cualquiera. Ver los mismos lugares desde otro lugar. Ver el mismo cielo, desde otro cielo.
Bueno, pedazos de cielo. Desde acá sólo podés ver pedazos de cielo. Viñetas de cielo, fragmentos. Para ver cielo tenés que ir a campo. A la pampa. A esa pampa que es ya una extensión infinita de Buenos Aires, o viceversa. Porque... quién puede decir exactamente dónde termina la ciudad y empieza el campo?? Según Bioy esa transición ocurre a pasos de la Plaza San Martín (lo dice en "Historias de Amor", en el segundo o tercer cuento). El místico Martinez Estrada sabía decir que en realidad no hay diferencia entre pampa y ciudad. Que la pampa palpita bajo el cemento de la nueve de julio, bajo los asientos del Colón. Scalabrini, algo parecido.
Así que si querés ver el cielo, y no meros pedazos recortados por edificios y cables y antenas, andate al campo. O sino también podés intentar trepando hasta la terraza del rascacielos más alto de la ciudad. Desde ahí arriba vas a ver cielo y náda más que cielo. Vas a estar tan alto, tan cerca del cielo que con sólo estirar el brazo vas a poder alcanzar el tapón del cielo, que es el sol. O la luna, no se bien. Bueno, no importa. Te vas a dar cuenta. Y cuando estés ahí, con el piolín del tapón del cielo en la mano, tirá, tirá bien fuerte, tirá con todas tus fuerzas y sacalo. A ver qué pasa.
domingo, 16 de enero de 2011
ciego de verano 2
"Perdón por la tristeza..."
No se puede vivir en piloto automático. Esa fue la última lección que aprendí - y si vamos a ser sinceros, no la aprendí solo. La vida no es como un avión. No podés marcar el rumbo y ponerte a leer un libro. Tenés que prestar atención porque si no puede suceder que cuando mires por la ventanilla te estés yendo a la mierda. Y cuando digo prestar atención quiero decir que cada día tenés que enderezar el timón. Porque aunque no vayas con un rumbo fijo, el timón lo manejás vos. Hacete cargo y agarralo firme. Si lo soltás y te confias a la suerte... te la vas a terminar pegando. Y va a doler.
Soy porteño, pero los domingos prefiero no ejercer. Los domingos en Buenos Aires son jodidos, azules, grises. Viste cómo se largó hoy... Me agarró volviendo a mi casa. Había salido a dar una vuelta después de almorzar. Tuve que entrar a un bar para no mojarme. Me tomé un café mientras miraba el parque. Estaba tan vacío, tan humedo. Y yo estaba tan triste, tan pensando en ella. Me acordé de ese tema que dice "quién está preparado para ser un chico abandonado...
Cuando volví a casa vi una peli. El viejo y el mar. La novela es genial, la peli no está mal. Pienso en un amigo que hace mucho no veo. En medio de su melancolía le gustaba mirar películas que trataran sobre desastres, muertes, pérdidas, torturas. Sufrimientos humanos más concretos que los suyos que aliviaban brevemente su carga. El tipo se aburría y confundía el aburrimiento con la angustia. Conmigo no funciona, y la tragedia del viejo es también mi tragedia. Cada vez tengo más canas.
Soy porteño, pero los domingos prefiero no ejercer. Los domingos en Buenos Aires son jodidos, azules, grises. Viste cómo se largó hoy... Me agarró volviendo a mi casa. Había salido a dar una vuelta después de almorzar. Tuve que entrar a un bar para no mojarme. Me tomé un café mientras miraba el parque. Estaba tan vacío, tan humedo. Y yo estaba tan triste, tan pensando en ella. Me acordé de ese tema que dice "quién está preparado para ser un chico abandonado...
Cuando volví a casa vi una peli. El viejo y el mar. La novela es genial, la peli no está mal. Pienso en un amigo que hace mucho no veo. En medio de su melancolía le gustaba mirar películas que trataran sobre desastres, muertes, pérdidas, torturas. Sufrimientos humanos más concretos que los suyos que aliviaban brevemente su carga. El tipo se aburría y confundía el aburrimiento con la angustia. Conmigo no funciona, y la tragedia del viejo es también mi tragedia. Cada vez tengo más canas.
lunes, 10 de enero de 2011
ciego de verano
"I woke up this morning
got myself a gun"
got myself a gun"
Estás viendo Los Soprano, tu nueva serie favorita. Está muy bien hecha y te sirve para olvidarte del calor, las cucarachas, y del vacío. Hacía mucho que no te quedabas enero en Buenos Aires. Hace, por lo menos, diez años que te venís escapando del enero porteño. Siempre vas a algún lugar. Adonde sea, pero te vas. Cualquier sitio es mejor que este. Pero este año no. Este año preferís pasar una temporada en el infierno, llenando el tiempo, vaciándolo. Matándolo. Te anotás en el gimnasio, en un curso intensivo de alemán. Empezás terapia. Escupís canciones. Todas tristes, ninguna demasiado buena. Lees libros de 700 páginas en 1 semana, como Bomarzo o Por quién doblan las campanas. Hay tanto tiempo que ocupar, tanto espacio que llenar, que te sentís agobiado. Tan agobiado que esta mañana cuando se largó a llover saliste de la clase de alemán y te paraste en medio de la calle mirando al cielo. Sintiendo las lágrimas por dentro, pero sabiendote incapaz de largarlas. Ni siquiera llorar podés.
Estás viendo Los Soprano y te divierte ver cómo Tony llena de agujeros el cuerpo de una rata, de un alcahuete. Nada peor que un alcahuete, decía Borges. Tenía razón. Creo que si existiera un paraíso, habría lugar para asesinos, para chorros, y puede que incluso para violines. Pero no para los alcahuetes. Tony Soprano sabe que al alcahuete hay que eliminarlo, incluso si es su mejor amigo o su hermano. Y lo elimina con sus propias manos. Y después zafa de la cana, porque la serie anda bien y no da que el protagonista caiga en cana con perpetua o lo maten.
Estás viendo Los Soprano con un olor a chivo terrible. Hace un rato volviste del gimnasio y te dio fiaca bañarte, y ya es de noche y de noche no te gusta bañarte. Llega la comida y comés sin hambre, y tus viejos ponen Gran Hermano, y vos no ves la hora de irte a vivir solo. A fin de año, pensás. Quizás el próximo.
Es enero y se derrite Buenos Aires, y vos estás viendo Los Soprano. La esposa de Tony está cocinando para él. Le gusta escuchar a Andrea Bocelli mientras corta la cebolla para la salsa pomarola. La mina llora. Llora por la cebolla, y porque sabe que Tony tiene una amante. La canción es esa de "Con te partiro". Cuando termina el capitulo la buscás en YouTube y la escuchás un par de veces. Después prendés la radio. No es la radio de rock que escuchás siempre. Es una radio cualquiera. Pasan pop, clásicos de los noventa. No está tan mal.
Estás escuchando la radio y te acordás de la última piba con la que estuviste. Fue hace unas semanas, la conociste después de cortar con tu novia, y la invistaste a salir sin pensarlo demasiado. Necesitabas llenar el tiempo, ocupar espacios, casilleros que habían quedado vacíos. Prendés un Parissienne y te colgás mirando el humo salir por la ventana de tu cuarto. No hubo mucha onda con la piba, la viste un par de veces y después se cortó. No te importó. De hecho, hace tres meses que nada te importa demasiado. Que nada funciona como debería. Que nada sucede como vos esperás. Sos como el Rey Midas, pero al revés: todo lo que tocás se pudre. Nada te sale. Tampoco podés llorar, ya dije eso.
Estás escuchando la radio y te ponés a pensar en tu ex novia. No entendés si fue ella la que te dejó a vos, o si fuiste vos el que hizo todo lo posible para que ella te dejara. A veces la extrañas, y todo se transforma en una nébula, en un sueño. Como cuando falleció Kirchner y fuiste a la plaza, con ella, y todo parecía un sueño. La realidad tomaba otra textura, otro espesor.
Estás escuchando la radio y te quedás medio dormido en el sillón. Tomaste tres vasos de whisky y tenés una sensación de levedad, de ligereza. Reconocés una voz lejana. Una voz que viene como de otra habitación. Escuchás una melodía. Seguís medio dormido y te das cuenta de que lo que reconocés es una canción. Una canción que cantabas con ella. Bueno, que ella cantaba y vos tocabas en la guitarra. Y te acordás, empezás a recordar cosas. Los primeros besos en Barrancas de Belgrano. Los paseos, los viajes. Todos los planes que murieron en la nada. Pero no vas a escribir la historia de lo que pudo haber sido. Y ya no quedan recuerdos que no duelan. Volvés a llenar el vaso, y cuando la canción termina apagás la radio, te secás los ojos y te vas a dormir.
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