domingo, 17 de febrero de 2008


El tuvo suerte. Más allá de los méritos personales, tuvo mucha suerte. Porque esa tarde la vio aparecer y supo que era el momento para intentar hacer algo, para sentir algo que valiera la pena. Y el momento indicado no dependía del tiempo, ni de la configuración astral o los designios de los dioses, no. Era ella misma el momento indicado. Con su pelo, sus ojos, sus labios y su sonrisa. Sí… su sonrisa, carajo.

Como de costumbre, no sabía que decirle. Empezó a tartamudear y le habló del sol y del cielo y los edificios de mierda que no nos dejan ver. Que los pedazos del cielo siempre recortados entre cables y edificios amarillos.

Siguió sin saber qué decir durante algunos días, hasta que una noche su mano –esa que tiene vida propia- empezó a hablar. Y tomó su mano, y la arrancó de las sombras y la llevó hasta el centro de la música. Después sus labios bailaron como bailan los carpinteros y las costureras, intentando reparar todo el mal del mundo. O al menos a intentar curar y coser algunas heridas, porque ya no somos tan adolescentes como para pretender salvar al mundo, ¿no? No, dijo ella, al mundo no. Pero creo que vos podés salvar mi vida.


Las palabras, siempre el mismo problema con las palabras. Que no sirven para decir sentimientos, ni siquiera para pensamientos. Pero son inevitables, salen como por boca de rana. Y hablan ¿pero qué dicen? Y gritan pero qué dicen. No sé que son las palabras, y él no sabe qué siente. Nadie sabe nada, pero todos hablamos, y nos decimos como si supiéramos nombrar lo que no existe. Que los sentimientos están en otro lado, y que si querés descubrirlos, problema tuyo. A las palabras las tenés que esquivar como flechas venenosas, porque engañan. Aunque él diga la verdad… miente.

¿Y ahora qué va a decir, que la quiere, y que la extraña? Sí, ¿por qué no? Si es verdad. Pero no, tiene que haber una manera más sublime para expresar esos sentimientos. Uno no puede conformarse con decir “te quiero” o “te extraño”. Desde que el hombre es hombre viene repitiendo esas frases con total impudicia. ¿Qué significa hoy en día decir “te quiero” mientras miramos con ojitos de tonto enamorado? Puede significar todo, o quizás nada. Lo mismo.


Todo esto pensaba él, una noche acostado con ella en la oscuridad de su cuarto. Pensaba esto y trataba de controlar su lengua. Esa lengua, que como la mano también tiene vida propia y a veces habla sola, y se desubica diciendo cosas como te quiero.


Ella sonrió.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabo: nos salvaste la vida!

Anónimo dijo...

Yo creo que tus palabras si expresan muchos sentimientos y siempre me llegan al alma...Y si hay algo que sabés hacer muy bien, es usar las palabras...

no imaginas cuanto disfruto leerte...

Niña Carpintero

Anónimo dijo...

que hermoso. me encanta la manera que tenes de describir ciertos momentos, tal como este...espero que lo sigas haciendo y me sigas recordando porque me enamore de vos y porque cada dia te quiero y te quiero más.